Cuentan por ahí…

PorIP

Feb 1, 2021
  • Un virus irrespetuoso
Por Luis Sierra Martínez

Yucatán amaneció el 1 de febrero con la noticia de que ya se rebasaron los 30 mil infectados en la entidad por el Covid-19, teniendo como principales focos de infección los municipios conurbados de Mérida y Kanasín, así como las grandes ciudades de Ticul, Umán y Valladolid.

¿Qué habrá pasado?, se preguntan entre murmullos las autoridades locales, extrañados porque implementaron varias medidas, algunas a ton y son por la premura, pero se realizaron al fin y al cabo, y los contagios continúan; como ser la primera entidad del país en ordenar el aislamiento y el cierre de escuelas, de golpe y porrazo, sin permitir siquiera a los alumnos que sacaran sus libros o útiles escolares para apoyarse en el programa de Aprende en Casa; y fieles a su congruencia de ser los primeros, se abrió la movilidad económica cuando el semáforo aún estaba en rojo y lo pintaron de amarillo con la aprobación de un consejo de salud que nunca dio la cara.

Incluso en los pasillos de gobierno aún se recuerda el sacrificio que se hizo para frenar la movilidad social obligando a que solo viajara una persona por automóvil, donde los especialistas de salud habían detectado la mayor presencia del bicho, y saturando el transporte público que no contaba con las medidas para respetar la sana distancia, pensando que por las condiciones de los camiones que transitan al sur de la ciudad ni el bicho se atrevería a entrar. O encontrar una solución en distanciar los paraderos en el centro de la ciudad, obligando a niños y mujeres embarazadas a caminar más de un kilómetro, sin frenar los congestionamientos en los camiones. A lo mejor y el virus se cansaba. 

También los funcionarios recuerdan el sacrificio que hicieron para llegar a pie a sus trabajos, al cerrar el centro de la ciudad a la movilidad vehicular para evitar que las personas que viajaban llevando de pasajero al virus no fueran a diseminarlo en los palacetes de los gobiernos estatal y municipal, e incluso continuamente sanitizaban la plaza principal cerrada, por aquello de que algún bicho se colara amenazando a las autoridades. Así como impedir que los vehículos transitaran en la noche, que es cuando, según su consejo de salud, el virus está más activo.

Además, los funcionarios recuerdan con tristeza la afectación que hicieron al comercio y las cerveceras ordenando la ley seca en época de calor, que sin embargo favoreció al clandestinaje y mató a más de 30 yucatecos por consumir alcohol adulterado, pérdidas mínimas a las que se hubieran producido por el Covid-19 presente en las botellas y latas de cerveza.

Ni que decir de las fiestas navideñas, donde para favorecer a la población redujeron las medidas de movilidad social, suspendieron temporalmente el freno a la movilidad vehicular y permitieron la aglomeración de personas en el centro de la ciudad para las compras de fin de año, al final el comercio necesitaba un respiro y suponían que el virus les diera un respiro con eso del festejo al nacimiento de Jesucristo y el nuevo año.

O saturar los hospitales en la temporada pico del Covid-19 sin poder abrir el hospital provisional Siglo XXI por que se les olvidó contratar a los médicos, prefiriendo pelarse con las autoridades federales del IMSS.

La preocupación ha llegado al límite e las autoridades, al grado de que a pesar de quejarse de que les redujeron el presupuesto este año, están buscando como comprar vacunas haciendo un bloque con los demás gobiernos estatales, ya que comprar solo 100 mil sería muy difícil, como precisó el gobernador Mauricio Vila Dosal en la última reunión de Conago. ¿Cómo le harán ahora los funcionarios, los empresarios coludidos, los políticos y las familias de todos ellos, si no pueden logar esa compra?, fácil, esperen su turno.

Incluso el Gobierno Municipal decidió que si habrá carnaval este año, no para justificar la erogación de 180 millones de pesos, sino para diversión de la gente que está sufriendo por el Covid-19; un evento virtual con vídeos de los carnavales más emotivos para evitar aglomeraciones y con dinámicas y retos amenizados por influencers para hacerlo interactivo con la población, que de seguro querrá competir con los vecinos, familiares, amigos, con tal, entre cuates no hay contagios.

Pero el pueblo también está extrañado y murmura entre familia, conocidos y las redes sociales que no entienden por qué la pandemia no ha frenado su avance, si permanecieron en casa lo más posible y solo abarrotaron las playas cuando el gobierno decidió pintar de amarillo el color rojo del semáforo, como si les hubieran dado permiso; o salir a la calle sin el cubrebocas ya que les oculta la mitad de la cara y no es estético.

Incluso limitaron las reuniones para festejar cumpleaños,  nacimientos, bodas o simplemente verse las caras como si nunca lo hubieran hecho, invitando solo a los más cercanos, y uno que otro colado, sin importar que las familias sean numerosas y apegadas, con tal, si todos son de la misma sangre y hay amor entre ellos no se atreverán a contagiarse el bicho.

O llevar los festejos fuera de donde se mueve el bicho, del centro de la ciudad, del populacho, a la costa yucateca, a las casas veraniegas donde se dieron cita decenas de jóvenes, adultos y personas de la tercera edad, esperando que el dinero de los presentes le comprara la inmunidad al bicho.

También le extraña al pueblo que a pesar de que se mantuvo en casa los contagios aumentaban, cuando solo salían a la tienda de la esquina con el cubrebocas mal puesto y además soportando las miradas y los reclamos de los demás por no respetar la sana distancia.

Menos comprenden los dueños de los yates cómo se alcanzaron los 30 mil contagios, si ellos solo atiborraron sus embarcaciones, con eso de que el bicho no sabe nadar, cuando el Gobierno les autorizó su apertura e impidió al mismo tiempo el acceso a las playas. Irrespetuosos los yucatecos que al ver los yates navegar por la costa yucateca llenos de pasajeros, se atrevieron a violar las disposiciones.

Es más, ni yo entiendo como el virus se ha salido de control si en las redes sociales y los medios se ve la preocupación de cuándo llegará la vacuna a Yucatán, si se ha retrasado o no, para seguir con sus actividades “normales”, cuando el proceso de vacunación tardará cuando menos un año y la normalidad ya no regresará jamás.

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