Recientes hallazgos revelan que en la ciudad precolombina de Kulubá se registró una colonización militar por parte de los itzáes, quienes durante el Clásico Terminal pretendieron borrar la memoria histórica del lugar, y como mudos testigos sobrevivieron un par de rostros líticos, los cuales fueron mutilados hace poco más de 10 siglos.
Chichén Itzá se interesó en Kulubá debido a su importante producción de cacao, ya que se ubica en una privilegiada zona con rejolladas, además de que está a tan sólo 50 kilómetros de la costa norte de Yucatán, por lo que seguramente controlaba una salinera y era un punto importante de comercio.
Por ende el sitio se convirtió en un enclave Itzá, cuyo dominio duró cerca de dos siglos, motivo por el cual hay evidencia arquitectónica del pueblo conquistador, entre otros vestigios, y como prueba del poderío militar son las esculturas, de los rostros de piedra de un par de gobernantes, las cuales tienen 40 centímetros de largo y misma dimensión de ancho, en las cuales se logran apreciar los tocados en las cabezas y las orejeras.
El encargado del proyecto arqueológico e investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Alfredo Barrera Rubio, destacó la importancia de la urbe prehispánica, ubicada a 249 kilómetros al oriente de Mérida, en cuyo apogeo albergó a 20 mil habitantes.
Mencionó que en la temporada de trabajo 2019-2021 de Kulubá, se laboró en la exploración y excavación del edificio denominado el Palacio de Los Pilares, y en frente de la misma, en la Plaza del Grupo C se encontraron algunas esculturas, de los cuales, algunas representan los rostros de personajes o gobernantes.

foto: arqlo Alfredo Barrera Rubio


Explicó que dos de ellas presentan una mutilación del rostro hecha intencionalmente en la época prehispánica.
Resaltó que es una evidencia del conflicto de la llegada de los itzáes a Kulubá, es decir, la presencia Itzá no fue pacífica sino una colonización forzada o militar, por lo que se convierte en un enclave durante el clásico terminal, del 850 a 1050 dC.
Aclaró que “las fracturas en los rostros se hicieron en la época precolombina, es decir, no son golpes recientes”, como una forma de borrar de la memoria histórica del sitio.
“Es una forma de denigrar a los gobernantes anteriores, para decir, no quiero memoria alguna de los que estuvieron aquí, de ahora en adelante será la memoria de los itzáes y no de los que nos antecedieron”, subrayó el especialista del Centro INAH Yucatán.
La conquista de Kulubá fue durante la segunda etapa de su florecimiento. Tuvo una importante relación con las urbes mayas de Ek’Balam y, particularmente, con Chichén Itzá, ya que se convirtió en parte de su red de comercio y de control territorial hacia la costa norte.
La zona está clasificada bajo la clave 16Qe (4)1 en el Atlas arqueológico de Yucatán y está dividida en tres complejos o grupos principales, nombrados con las primeras letras del abecedario, A, B y C, que se encuentran relativamente cercanas entre sí y de la rejollada principal del sitio.
El significado toponímico de ésta urbe maya es “Mapache a la orilla del agua”, subrayó.

Los palacios de Kulubá

El entrevistado añadió que en la temporada de trabajo, correspondiente de noviembre del 2019 a abril del 2021, el INAH se enfocó en el estudio del Grupo C o Plaza Central, el cual cuenta con 14 estructuras que están alrededor de la Plaza Principal que mide 100 metros de ancho por 125 de largo.
Por ende, su equipo eligió cuatro estructuras, debido a las características de las mismas, por lo que fueron diversos los hallazgos obtenidos, desde vasijas y cerámica, hasta un friso estucado, con varios jeroglíficos, los cuales están en proceso de descifrado.
Barrera Rubio remarcó que se trabajó en el Palacio de los Pilares, ubicado en el poniente, el cual es un edificio voluminoso con arquitectura megalítica, que corresponde, originalmente al Clásico Tardío (600 a 900 dC) y Clásico Terminal (850-1050 dC), la cual es una galería que cuenta con 16 pilares de piedra, de gran tamaño.

Un cajete Xcanchakan negro sobre crema, del Clásico Terminal (850-1050 d.C.) Foto: arqlo Alfredo Barrera Rubio.


En la jornada se descubrió que se añadió otra construcción, a la cual denominaron “Palacio de los Itzáes”, que fue la primera evidencia que se tuvo de la conquista.
“Pensábamos que era una sola edificación, pero no, más bien tuvo dos etapas constructivas y la más reciente, del periodo Clásico Terminal, corresponde a la fecha y ocupación de la gente de Chichén Itzá. A ese edificio lo llamamos el Palacio de los itzáes y ellos lo pusieron en ese lugar para decirle a los habitantes de Kulubá que eran los nuevos gobernantes y que querían su propio palacio”, abundó.
Detalló que el Palacio de los Pilares tiene 58 metros de largo, 10 de ancho y una altura de 12, aunque actualmente es de ocho porque la bóveda colapsó, y destacó la similitud que tiene con la estructura 44 de Dzibilchaltún.
El investigador resaltó que a diferencia de otros edificios del sitio, no tiene recamaras, por lo que todo apunta que no funcionaba como residencia de los gobernantes. No tiene privacidad palaciega, más bien al interior cuenta con un extenso corredor por donde los nobles podían moverse de un extremo a otro.
Enfatizó que dicho edificio sirvió para que los gobernantes y/o sacerdotes pudieran observar, desde ahí, los espectáculos y rituales que se realizaban en la Plaza Principal. Incluso, tiene unas escalinatas que funcionaban como graderío.
El propósito del Palacio de los Itzáes era quitarle relevancia al anterior y dejar de manifiesto el dominio de los nuevos conquistadores. Su arquitectura es muy característica de Chichén, con columnas, muros de mampostería seca y techo con material perecedero.
El arqueólogo indicó que al excavar en la Plaza Principal también encontraron dos esculturas de cabezas de dignatarios de Kulubá, las cuales estaban mutiladas de los rostros.
En la misma zona del Grupo C, los investigadores encontraron entierros secundarios de 11 personas, cuyos huesos estaban revueltos, y en la parte sur otros 16, pero a diferencia de los primeros, se trataría de restos de personajes nobles de Kulubá.

Una olla pizarra muna del Clásico Tardío (300-600 d.C.) halladas como ofrenda de construcción en el Palacio de los Pilares de Kulubá. Foto: arqlo Alfredo Barrera Rubio.


La mayoría de estos últimos eran cráneos, los cuales presentaban deformaciones de tabular oblicua y mutilación dentaria, lo que indica que se trataban de antiguos gobernantes.
Sin embargo, lo que llama la atención es que fueron arrojados en ese sitio sin ningún recato, porque no se observan cistas ni ofrendas.
“Sin duda es un acto de desprecio y falta de respeto a los ancestros, por lo que todo indica que hubo actos de violencia y degradación hacia los antiguos gobernantes. Por eso pienso que hubo un conflicto durante la ocupación de los itzáes”, añadió.

Escenario único

Barrera Rubio destacó en el costado sur se laboró en la plataforma que tiene acceso en los cuatro costados, lo que dio pie al hallazgo de la denominada Plataforma de los Depósitos, el cual estaba conformada por cinco espacios circulares semi-subterráneos en donde se almacenaba sal o granos de maíz, y por lo tanto se presume que era un área de recolección tributaria.
También encontraron un par de altares, uno de los cuales tiene dos metros de altura y que fue levantado sobre otra plataforma, la cual tenía una estela lisa en frente, la cual fue destruida y usada por lo itzáes como relleno para la nueva construcción. Además, tiene material de escritura jeroglífica en estuco, primera evidencia de este tipo en Kulubá, la cual es analizada.

Detalle de uno de los jeroglíficos que forman un friso de estuco, hallado en Kulubá. Foto: arqlo Alfredo Barrera Rubio.


También se halló un friso estucado, de color rojo, el cual tiene una dimensión de 1.5 metros por dos metros.
Enfatizó que se encontraron cuatro filas de jeroglíficos en estuco, que en otras cosas marca una fecha, dentro de la cronología maya, pues se halló el glifo introductor, y el resto, está en la etapa de desciframiento.
Finalmente, el investigador yucateco agregó luego del dominio Itzá, Kulubá, fue abandonada y, tiempo después, se le consideró como un sitio de culto, por lo que algunas solían acudir esporádicamente para rendir tributo a sus ancestros.

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