El grave daño causado a la naturaleza con la interacción agresiva de los seres humanos, transformando intensamente los ecosistemas, conlleva resultados perjudiciales para la sociedad, afectando la salud de las personas, tal como ocurrió con el Covid-19, afirmó el especialista de la Unidad Mérida del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), Carlos Ibarra Cerdeña.
Comentó que la Asamblea Mundial de la Salud, en mayo de 2020, solicitó a la OMS identificar el origen zoonótico del SARS-CoV-2 y su vía de introducción en la población humana, incluida la posible función de huéspedes intermediarios, con el objetivo de prevenir la reinfección por el virus en animales o seres humanos y reducir mayores riesgos de aparición de este tipo de enfermedades.
Remarcó que la pandemia dejó una gran lección sobre la relación entre los humanos y la naturaleza, por lo que urge establecer medidas de protección del entorno y así evitar futuras pandemias.
Dado el probable origen zoonótico del SARS-CoV-2, existe un interés científico por descubrir sus orígenes silvestres y las variables ecológicas que pudieron desencadenar la transmisión hacia los humanos, por lo tanto, un grupo de investigación en el que participó Ibarra Cerdeña publicaron un artículo en la revista Acta Tropica donde analizan las lecciones que se pueden aprender de la pandemia actual y de sus similitudes con otras ocurridas en los últimos 100 años.
El adscrito al Departamento de Ecología Humana del Cinvestav – Mérida comentó que los investigadores se propusieron identificar los avisos emitidos por la naturaleza que podrían ser útiles para abordar el problema y resalta un patrón de interacción humano-naturaleza definido por un contacto generalmente agresivo.
“La explotación de los recursos naturales está marcada por una transformación intensa de los ecosistemas con resultados perjudiciales para la sociedad misma”, acotó.
Ejemplificó el caso de la deforestación inducida por nuevos asentamientos o espacios ganaderos, la cual provoca la desaparición de especies debido a que no sobreviven a las nuevas condiciones, mientras otras sí, como mosquitos o garrapatas, entre otros.
Asimismo, los vectores de patógenos amplían el rango de transmisión, tal el caso de los artrópodos vectores, los cuales cambian su fuente de alimento (silvestres) por humanos o animales domésticos, los patógenos que transportan pueden adaptarse a los nuevos hospederos y desencadenar procesos infecciosos susceptibles de convertirse en epidemias o pandemias, subrayó.
Abundó que diversos estudios describen cómo se puede iniciar una zoonosis: cuando un cazador es picado en la selva por un mosquito, alimentado por sangre de la fauna del lugar, adquiere sus virus que podría producir una enfermedad; también emerge por acción directa como el caso del hantavirus de ratones, que al orinar sobre un objeto lo convierte en material infeccioso.
Otro ejemplo es el VIH, proveniente de simios en África, que se transmitió a humanos y se propagó por el mundo; cuando estos eventos ocurren con frecuencia, se incrementa la posibilidad de establecerse en las sociedades humanas, añadió.
Si estos procesos se quedan como eventos aislados o se convierten en epidemias y pandemias, se pueden prever tomando en cuenta otra lección del Covid-19, enraizada en la vida moderna: la red de interconectividad para movilizar rápidamente mercancías o personas, la cual permitió a un virus surgido en China ser transportado en poco tiempo por todo el mundo.
Por ende, esta red ofrece oportunidad para que mosquitos, garrapatas, cucarachas o ratones con sus patógenos se puedan dispersar y encontrar nuevos huéspedes.
Eventos similares han ocurrido muchas veces en el pasado con la característica que las dispersiones geográficas requerían muchas décadas o al menos años para extender considerablemente sus territorios, contrastando en extremo con la dispersión mundial en semanas del SARS-CoV-2.
“Estas lecciones son útiles para determinar las medidas de contención de una pandemia; en el caso del nuevo coronavirus se debe tomar en cuenta su habilidad para sobrevivir y dispersarse, por ello la recomendación de mejorar la higiene de manos para disminuir su transmisión”, abundó.
También se observa cómo la sociedad se interesa en mantener un estatus de hipercomercialización con una condición de vida urbana no compatible con un esquema de prevención.
Además, es necesario desarrollar métodos, analizando estos aspectos, para establecer acuerdos internacionales que permitan, emprender mecanismos de contención ante un nuevo patógeno a la menor amenaza, enfatizó el entrevistado.
Ibarra Cerdeña enunció que el planeta ha pasado por eventos catastróficos con extinciones masivas donde perdió parte de su biodiversidad; actualmente transita por una era dominada por la humanidad como factor de transformación ambiental responsable de una tasa de extinción acelerada; sin embargo, la naturaleza sobrevivirá a los humanos, aunque cambiando su estado.
Para mantenerse como especie, los humanos tendrán que cambiar su relación con la naturaleza y dejar la explotación excesiva de recursos, porque la Tierra no tiene capacidad de producir a la misma velocidad de la demanda, advirtió.
“El problema de las epidemias no se encuentra per se en los virus, bacterias, protozoarios u hongos, porque son formas de vida presentes en el mundo durante millones de años, el vecino nuevo es el ser humano y su forma de vida lo expone a sus infecciones”, concluyó.