Lunes 9 de junio de 2025.- El sacrificio de niños era una costumbre arraigada entre los mayas, pero el reciente hallazgo de un par de infantes, gemelos idénticos, fallecidos hace más de un milenio en Chichén Itzá revelan que eran de otra región de Mesoamérica, por lo que los especialistas indagan su lugar de origen a través de estudios de antropología dental.
La antropología dental aplicada a un contexto postsacrificial, descubierto en un chultún (antiguo depósito de agua) de Chichén Itzá, reitera la diversidad poblacional que tuvo esta ciudad entre los años 700 y 1100 d.C., en el periodo Clásico Tardío-Terminal.
De tal manera, este amplio estudio reveló que la morfología dentaria de los individuos infantiles hallados en esa cisterna difiere de la encontrada en otros sitios prehispánicos del área maya.

Los antropólogos físicos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Alfonso Gallardo Velázquez, Martha Pimienta Merlín y Oana del Castillo Chávez, señalan que esta investigación, de la que son autores, complementa el estudio genómico hecho sobre esta misma colección, la cual, entre otros aspectos, indicó las estrechas relaciones de parentesco de los niños, incluida la de dos pares de gemelos idénticos.
Los especialistas, adscritos al Centro INAH Yucatán, explicaron que en el área maya es difícil recuperar esqueletos completos, por lo cual, los dientes que, en general presentan mayor resistencia a factores tafonómicos que degradan el hueso, son piezas de las que se puede obtener mayor información.
Al respecto, señalan que el análisis de la morfología (formas) y morfometría (tamaños) de las unidades dentales permite a la antropología física realizar estudios encaminados a obtener las relaciones biológicas y la posible ascendencia entre dos o más poblaciones humanas.

Como parte del proyecto, el equipo contabilizó mil 759 piezas dentales aisladas (fuera de sus alvéolos), procedentes del osario hallado en 1967, las cuales formaban cúmulos de dientes separados de sus maxilares y mandíbulas respectivas.
De dicho total, 693 eran deciduas (dientes de leche) y mil 66 permanentes (segunda dentición), todas pertenecientes a individuos entre los tres y los 14 años de edad. Después de organizarlas por su tipo, posición y naturaleza, se determinó un número mínimo de 75 individuos en el osario.
Para discernir sobre su afinidad biológica, primero se hizo un análisis univariante y multivariante de los diámetros mesiodistales (longitud de los dientes) y bucolinguales (arco dental), y se contrastaron con los datos de colecciones similares procedentes de Chichén Itzá y otros 16 sitios del periodo Clásico (250-1000 d.C.): Tikal, Tikal Caches, Calakmul, Piedras Negras, Seibal, Dos Pilas, Aguacateca, Tamarindito, Itzán, Altún Ha, Barton Ramie, Baking Pot, Colha, Copán, Kaminaljuyú y Altar de Sacrificios.

En tanto, la información de los rasgos morfológicos dentales (grado de magnitud o volumen, número, forma de las cúspides dentales y número de raíces, etc.) se comparó con los de 25 sitios mayas prehispánicos.
Ambas metodologías y los resultados de cada una se precisan en el artículo que Gallardo Velázquez y sus colegas Martha Pimienta Merlín y Oana del Castillo publicaron en la revista Ancient Mesoamerica, editada por la Universidad de Cambridge.
La conclusión del artículo menciona que, probablemente, “los niños del chultún de Chichén Itzá no pertenecen a las poblaciones de las Tierras Bajas del norte o del sur, como tampoco a las de las Tierras Altas del sur”. Es decir, la morfología de su dentición no coincide con la encontrada en la zona que comprende el Petén guatemalteco, Tabasco, Chiapas, Belice y el occidente de Honduras, de la Península de Yucatán propiamente dicha o la región montañosa entre Chiapas y Guatemala.

Para explicar lo anterior, los investigadores plantean tres posibilidades: la primera, que un grupo local de Chichén Itzá, en el poder, ofreció en sacrificio a inmigrantes que se asentaron en la ciudad, lo cual implicaría que los niños depositados en el chultún, hayan nacido en otro lugar y vivido sus últimos meses en esta urbe.
La segunda, plantea que un grupo local de Chichén Itzá trasladó, mediante compra o captura, a jóvenes de una etnia diferente a la suya, para efectuar una ofrenda específica, de manera que los niños nacieron y crecieron en otra localidad, y fueron enviados a la ciudad, poco antes de su muerte y depósito.
La tercera, apunta a que un grupo inmigrante, asentado en Chichén Itzá, efectuó el sacrificio y la ofrenda de acuerdo con sus costumbres, en relación con su identidad y buscando su legitimación; es decir, que los niños habrían nacido y crecido en la metrópoli maya, dentro de una comunidad migrante.

Los autores plantean la posibilidad de que los niños pudieron formar parte de grupos de comerciantes de larga distancia que, a partir de 800 d.C., se asentaron en Chichén Itzá, para dominar las rutas de comercio marítimas y terrestres de la Península de Yucatán.
En todo caso, refieren que la segunda fase del proyecto contempla estudios comparativos de antropología dental con poblaciones de diferentes núcleos poblacionales y otras afinidades culturales, tanto mayas como del centro del país (particularmente grupos del estilo Mixteca-Puebla) y del Golfo de México.
“La combinación de estos estudios permitirá responder a las interrogantes y la importancia simbólica en torno a este depósito ritual”, concluyen.