La existencia de la tumba de Kukulcán en Chichén Itzá divide a los especialistas, ya que para los de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ésta se encuentra en la inaccesible segunda subestructura de El Castillo, mientras que para los del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el cuerpo fue incinerado, cuyas cenizas fueron colocadas en una urna de cerámica, la cual sigue sin aparecer.
Los muones, subpartículas generadas por los rayos cósmicos, tienen la última palabra para acabar con esta discordia académica, con el estudio a efectuarse a partir del verano próximo.
El también conocido Templo de Kukulcán guarda muchos secretos, tal el caso de las dimensiones de la segunda subestructura, así como su forma, y sobre todo, lo que puede haber en su interior.
El especialista del Centro INAH Yucatán, Francisco Pérez Ruiz, destacó la importancia de la también denominada Estructura 2D5, la cual, como hoy se conoce tiene una altura de 30 metros mientras que la base tiene cerca de 55 metros.
Recordó que el 6 de abril de 1931 el arqueólogo José Erosa Peniche inició la exploración del interior de la pirámide, la cual, desde el 7 de julio de 2007 fue denominada como unas de las siete maravillas del mundo moderno.
“Cuando excavó la pirámide, hizo un túnel en la escalinata de la segunda subestructura, hasta que encontró su fachada principal”, acotó.
Mientras que el 7 de junio de 1932 halló una caja de piedra, en cuyo interior había objetos de coral y obsidiana, el 11 de abril de 1935 halló el Chacmol y el jaguar rojo.
Posteriormente, se topó con una pared de piedra labrada, y dio a entender que se trata de una segunda construcción, pero se desconoce la forma que tiene, y por ende, la entrada y lo que podría haber en su interior.
Pérez Ruiz expresó que los de la UNAM “piensan que en el interior está la tumba de Kukulcán, creen (que El Castillo) es similar a la pirámide de Las Inscripciones, en Palenque, donde se halló la tumba de Pakal”.
Por ende, suponen que Kukulcán-Quetzalcóatl está enterrado en el interior de la segunda subestructura, pero no hay acceso a ella, subrayó.
Cuestionado sobre la factibilidad de hallar la tumba del héroe deificado, el investigador afirmó de manera categórica: “dudo esa posibilidad”.
Manifestó que los itzáes tenían otra forma de enterrar a sus muertos aunque compartían costumbres funerarias con otras culturas de Mesoamérica.
Indicó que “al menos en Chichén Itzá, los pobladores quemaban a sus muertos principales, y sus cenizas las metían, en pequeñas figuras de cerámica en forma de forma de deidad, tal el caso de incensarios”.
Ante la incertidumbre que prevalece, el Instituto de Física de la UNAM desarrollará el proyecto internacional de Muografía para usos Arqueológicos No Invasiva (NAUM, por sus siglas en inglés), mediante el cual se espera obtener la “radiografía” de la pirámide de Kukulcán.
La meta es obtener la imagen de las “entrañas” del emblemático edificio maya, con la ayuda de detectores de rayos cósmicos.
Una tras otra
Pérez Ruiz añadió que con el equipo, se recreará la forma posible de la segunda subestructura, y aunque se desconoce las dimensiones, es obvio que su tamaño es pequeño.
“Son construcciones que se sobreponen una tras otra, conforme termina el ciclo, o cierran tiempos y construyen una nueva”, abundó.
Garantizó que en el caso de El Castillo de Chichén Itzá, son dos las subestructuras, mientras que en el caso del Templo Mayor de Tenochtitlán, son 10 las subestructuras.
Finalmente, agregó que durante el estudio, en ningún momento se afectará el edificio precolombino.