Los cementerios son una ciudad dentro de otra ciudad, con barrios para ricos y barrios para pobres. En los camposantos se agrupan los diversos grupos étnicos y socioeconómicos que habitan la ciudad.
Uno de los ejemplos más palpables es el Cementerio General de Mérida, donde al lado izquierdo de la entrada principal se encuentran los mausoleos más ricos esculturalmente hablando y del lado derecho los más pobres.
Además, es común observar mausoleos que separan a los diferentes grupos étnicos de los demás, división que también se observa por la profesión en vida del difunto.
El profesor investigador de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), Limbergh Herrera Balam, destacó que mucho del complejo abanico de condiciones socioeconómicas, religiosas y culturales presentes en Campeche y Mérida puede observarse a través del estudio de sus necrópolis.
El especialista destacó que en la necrópolis meridana, por lo que hace al nombre, se observan dos fenómenos de interés: en el siglo XIX y principios del XX figuran nombres del santoral cristiano hoy prácticamente en desuso como Donaciano, Nemencia, Exiquio, Cloridano, Egidio, etc., mientras que en el de Campeche se localizaron: Agustina, Secundino, Felipa, Leocadio, Casimira, Tirso, Marcial, Jacinta y Sixto, entre muchos otros.


Mientras que en las décadas posteriores comienzan a registrarse nombres de origen extranjero (o deformaciones de éstos), junto con otros cuya procedencia resulta desconocida: Uvita, Cachita, Wigildo, Armesinda, Levive, Narcedalia, Neme y Landy, entre otros.
Por lo que hace a los apellidos, en el siglo XIX son bastante comunes en el cementerio meridano los patronímicos y matronímicos de origen maya: Xool, Catzín, Dzib, Pech, Chan, Yam, Cetz, y May, mientras que en Campeche el muestreo no arrojó ninguno.
Para Herrera Balam esta diferencia se debe, entre otras cosas, a la diferencia numérica inicial de contingentes mayas en ambos asentamientos, reforzada por el hecho de que Mérida era una ciudad con barrios indígenas y Campeche un recinto amurallado con población predominantemente blanca o de castas.
La situación se modifica a partir de 1925, cuando, aun en escasa cantidad, comienzan a figurar algunos nombres en el cementerio campechano: Uicab (1926), Chin de Méndez (1933), Mex (1935, 1947), Tun (1949), Dzib (1950), Pool (1951) y Pech (1989), por mencionar algunos.
Otro grupo de apellidos de particular interés es el los mausoleos, donde figuran los miembros de la antigua y actual oligarquía peninsular. En Mérida, los Ponce, Cervera, Castillo Rivas, Barbachano, Aznar Dondé, Manzanilla, Faller, Peón y Cámara, entre otros. En Campeche, los Lanz, Carpizo, Regil, Dondé, Ruiz Bernes, Bobadilla, Daguer, Ortega, Blanco de Espinola, Casares de Casares, entre muchos otros más.


Y en lo que a grupos étnicos se refiere, hay conglomerados que han dejado rastros en ambos cementerios. En Mérida hay referencias a algunos alemanes y en mayor número a chinos y coreanos, libaneses, y el grupo español o descendientes de él. A lo anterior han de sumarse los diversos tipos de mestizos, mezclas de todos ellos.
Un dato curioso en cuanto a los inmigrantes, es que de los modestos entierros iniciales se pasan a monumentos funerarios, lo que marca su ascenso económico en las décadas posteriores.
Para Campeche, hay una lápida donde aparece en escritura árabe Marcela Julián Sad, muerta el 18 de julio de 1913, y otro de la «señorita profesora» Esperanza Chong Fajardo fallecida el 26 de abril de 1942.
Sobre las inscripciones, hay aquellas que se limitan a dar el nombre del occiso y la fecha de su muerte, y cuando se recuerda el lugar del nacimiento corresponde generalmente a extranjeros.
Las inscripciones en lenguas diversas al castellano -exceptuando las locuciones latinas- no son frecuentes.
Sobre la profesión del difunto, sólo ocasionalmente se pone. Los dos más curiosos son: «Muerto por un toro en la plaza de Sacalum» y «Cumpliendo con su deber como ferrocarrilero. D.E.P.»
Las más extensas inscripciones están dedicadas a la memoria materna. En Mérida hay una que dice: «Madre: a pesar de los años de tu ausencia, tu recuerdo perdurara en nuestras mentes. Que tristeza al irte nos dejaste cuando tú te fuiste para siempre».


Mientras que en Campeche se localizaron epitafios parecidos, como el nombre en diminutivo del difunto, mes y año: Manuelito, febrero 24 1920; «Nació el 14 febrero de 1862 murió el 16 de mayo de 1894», «El tiempo no borrará tu recuerdo»; «Recuerdo de su esposo e hijos», etc.

Datos interesantes

El Cementerio General de Mérida se inauguró el 3 de noviembre de 1821, siendo bendecido por el XXXII obispo de Yucatán, don Pedro Agustín Estevez y Ugarte.
En esos años era gobernador y capitán general e intendente, el mariscal de campo don Juan María Echeverri, último gobernante español del régimen colonial en la Península.
El primer entierro en X-Coholté se efectuó el martes 6 de noviembre de 1821, tres días después de la inauguración.
El libro número 12 de defunciones del Archivo del Sagrario de la Catedral de Mérida señala a don Felipe Trejo, teniente retirado de esta ciudad y viudo de doña Bárbara Solís, como primer difunto huésped del nuevo camposanto.
La última inhumación en Santa Lucía se realizó tres días antes, el sábado 3 de noviembre (al mismo tiempo que se inauguraba el Cementerio General) y fue la del párvulo Joseph Esteban Duarte, hijo legítimo de Serafino Duarte y Playa Domínguez, mestizos de esta ciudad.
Mientras que el Cementerio General del puerto de Campeche fue erigido en 1818. Su tumba más antigua es donde reposan los restos mortales de M.L.B., fallecido el 11 de diciembre de 1850.
Existe una importante diferencia en dimensiones, ya que el camposanto campechano no es ni la décima parte del de Mérida, en correspondencia con el desarrollo histórico de ambas ciudades.

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