Hasta diciembre próximo sería la reapertura de las Grutas de Balamcanché, dado que las cámaras dos y tres aún presentan inundaciones, derivadas de las fuertes lluvias ocurridas en 2020, reveló el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En tanto disminuye el nivel del agua, la dependencia gestiona recursos a través del Programa de Mejoramiento de Zonas Arqueológicas (Promeza) para el rescate de los monumentos arqueológicos que están en la parte superior.
Se realizarán trabajos de investigación para transformar el lugar y convertirlo en el sitio arqueológico de Balamcanché, acotó.
De tal manera, con la restauración de los edificios precolombinos que están arriba de la gruta, cuando la cueva permanezca inundada, se tenga el atractivo de los vestigios prehispánicos, se explicó.
Balamcanché está localizada a seis kilómetros de Chichén Itzá, es una caverna que fungió como centro ceremonial mayas, en la cual se puede admirar estalactitas y otras formaciones de roca, pero el espacio más importante es una sala que se localiza a 200 metros de la entrada y donde se localiza una estructura llamada el Trono de Balam.
Al centro de esta misma sala de siete metros de altura se alza un gran pilar formado por la fusión de una estalactita con una estalagmita semejando una gran ceiba, llamada «La Ceiba Sagrada”.
En el lugar fueron encontrados objetos ceremoniales elaborados en materiales como cerámica, lítica y concha, entre otros.
Entre los antiguos habitantes de Mesoamérica, las cuevas eran consideradas entradas al inframundo y entre los mayas la ceiba era el árbol sagrado, asimilado como un axis mundi que une el cielo, la tierra y el inframundo. Ubicación cronológica principal: Posclásico Temprano, 900 a 1200 dC.