La variación anual de la captura de pulpo en Yucatán podría ser a causa de alguna enfermedad, por lo que científicos investigan los diversos parásitos del octópodo, para el control de la problemática así como para mejorar el cultivo en cautiverio de esta especie comestible.
La especialista de la Unidad Mérida del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), Leopoldina Aguirre Macedo, expresó que el pulpo maya es un organismo endémico de la Península de Yucatán y una de las principales pesquerías de la región, de la cual se benefician aproximadamente 15 mil familias.
Sin embargo, los volúmenes de captura varían cada año, en ocasiones disminuyen notablemente, esto hace necesario entender si se debe a factores específicos como puede ser alguna enfermedad.
Si bien se sabe que la especie Octopus maya (también llamada pulpo rojo) es vulnerable a factores como la sobrepesca, de tener un problema de salud causado por algún patógeno podría hacerla más susceptible a otros como el cambio climático o los depredadores, de ahí la relevancia de estudiar a los parásitos de este organismo marino, señaló investigadora del Cinvestav Mérida.
Enunció que entre los parásitos que el O. maya alberga están los cestodos, conocidos como tenias o gusanos planos, los cuales, son los más abundantes, pero la identificación a nivel de especie es difícil, pues la mayoría de las encontradas en el pulpo están en estadios larvales y su estudio morfológico se hace a partir de las características de las etapas adultas que normalmente habitan en tiburones o mantarrayas.
“Las larvas carecen de ciertas estructuras presentes en los adultos, esto puede llevar a una identificación incorrecta”, acotó.
Por ello, Aguirre Macedo encabezó un estudio que incluyó tanto el análisis morfológico como el molecular de los cestodos presentes en los pulpos de cuatro áreas de la Península de Yucatán, específicamente Sisal, Progreso, Dzilam de Bravo y Río Lagartos.
Los resultados fueron publicados en la revista International Journal for Parasitology: Parasites and Wildlife; en el artículo se reporta que O. maya es parasitado por las mismas especies de cestodos en etapa larvaria en las cuatro localidades muestreadas, la diferencia radica en la prevalencia (porcentaje de individuos infectados) y la abundancia media (promedio de parásitos en cada pulpo).
De acuerdo con este trabajo, fueron identificadas siete especies de cestodos, ninguna causante de enfermedades en el humano tras el consumo de pulpo, siendo las del género Prochristianella las más frecuentes y abundantes en todas las localidades muestreadas, apuntó.
Detalló que los ejemplares de O. maya de Sisal, Progreso y Dzilam de Bravo tuvieron en promedio arriba de cien de estas larvas cada uno, mientras que los de Río Lagartos más de mil.
“Los parásitos del género Prochristianella estaban situados principalmente en la masa bucal y aunque no encontramos daño evidente en ese tejido, es necesario realizar estudios detallados a fin de determinar si le causan algún problema de salud al pulpo”, explicó Aguirre Macedo.
Los otros parásitos comunes en los pulpos analizados pertenecen al género Eutetrarhynchus, alojados en las glándulas digestivas y el saco de tinta. Mientras que los demás cestodos identificados corresponden a varias especies y fueron localizados en el intestino y las branquias.
“Mención especial merece el caso de Río Lagartos, el lugar donde las siete especies de cestodos en etapa larval alcanzaron mayor prevalencia y abundancia, lo cual sugiere que las características ambientales de cada localidad podrían estar relacionadas con la composición de la comunidad parasitaria de la península de Yucatán”, mencionó Linda Yacsiri Marmolejo Guzmán, estudiante de doctorado en el Cinvestav Mérida.
Explicó que el estudio consistió en capturar, de agosto a diciembre en 2017, a 15 ejemplares de la especie O. maya por localidad.
En el laboratorio se procedió a hacer la disección de los pulpos a fin de revisar sus órganos y contar el número de cestodos alojados; para analizar la morfología de los parásitos fueron empleados el microscopio óptico y el electrónico de barrido.
En cuanto a la parte molecular, se obtuvieron las secuencias de los genes 18S y 28S de los parásitos encontrados en los pulpos, para después compararlas con las de Genbank (una base pública con información genética de especies descritas formalmente), y así observar con cuáles tienen relación.
El objetivo era tener una caracterización morfológica detallada de los parásitos, aun si están en etapa larvaria, y complementarla con los datos moleculares para darles identidad, entender mejor sus ciclos de vida y su relación con los pulpos dentro de la cadena alimentaria, explicó Marmolejo Guzmán, primera autora del artículo.
Lo anterior ya que los pulpos se alimentan de diversos organismos y con ello acumulan larvas de parásitos, a su vez estos cefalópodos son consumidos por animales más grandes, entre ellos mantarrayas y tiburones, abundó.
Entonces, este tipo de investigaciones contribuyen a identificar a los organismos que sirven de primer y último huésped a los parásitos hallados en O. maya.
“Esta información es útil para determinar, por ejemplo, con cuáles organismos no alimentar a los pulpos en cultivo y evitar que acumulen larvas de diversos parásitos potencialmente dañinos”, finalizó Marmolejo Guzmán.