La recuperación del cultivo de algas marinas permitirá a la comunidad de Dzilam de Bravo ingresar al mercado valuado en más de 800 millones de dólares, actividad abandonada hace dos décadas a consecuencia del impacto del huracán Isidoro, afirmó el especialista de la Unidad Mérida del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), Daniel Robledo Ramírez.
El éxito se obtiene a través de un proyecto de triple hélice o vínculo entre el gobierno del Estado, el sector industrial y este centro de investigación, por lo que de nueva cuenta se laborará con las macroalgas rojas del grupo de las Eucheumatoides, para la obtención del subproducto esencial para la industria alimenticia.
Por ahora son 71 pescadores interesados en participar en el nuevo proyecto, cifra que aumentaría a partir de la moratoria de la pesca de ciertas especies, lo que representa una oportunidad alternativa para las comunidades locales pesqueras en beneficio de su economía.
“Nuestro compromiso es capacitar a los pescadores en el cultivo de algas, ofrecer la biomasa inicial (cepa de algas), mientras el gobierno facilita insumos y mecanismos para consolidar una cooperativa en un máximo de dos años. Además, ahora el Cinvestav cuenta con una estación marina en Telchac, donde en caso de presentarse un evento meteorológico, se resguardará la cepa. Estamos mejor preparados”, aseveró.
Recordó que en las primeras horas del 22 de septiembre de 2002, el huracán Isidoro tocaba tierra en la Península de Yucatán, motivo por el cual cerca de 68 mil pobladores de la zona costera fueron evacuados, por lo que no hubo lesionados, y mucho menos defunciones a consecuencia de este fenómeno natural.
Pero, el meteoro, considerado entre los más peligrosos de los últimos años para la región, causó daños materiales por más de cinco mil millones de pesos, acotó el investigador del Departamento de Recursos del Mar del Cinvestav-Mérida.
Reconoció que la infraestructura turística y pesquera no fueron las únicas pérdidas, debido a que en aquel día, Isidoro destruyó dos años de trabajo realizado por un grupo de investigadores del Cinvestav Mérida en la comunidad de Dzilam de Bravo, donde habían establecido, junto con un grupo de pescadores, un área de cultivo de macroalgas rojas del grupo de las Eucheumatoides, especies con potencial de explotación industrial.
Explicó que la Eucheumatoides “es una macroalga marina de las costas en la Península de Yucatán y su principal interés comercial se debe a que a partir de ella obtienen un subproducto llamado carragenina, el cual es empleado en la industria alimenticia como gelificante, generador de viscosidad o emulsificante”.
De hecho, actualmente el mercado global de la carragenina se estima en 825 millones de dólares, al emplearse como aditivo de embutidos para retener agua, en la panificación su uso ayuda a brindar consistencia a rellenos base crema en pastelillos, subrayó el principal responsable del proyecto.
Incluso, se emplea en dentífricos con la intención de dar consistencia y en la industria láctea con batidos de sabores como emulsificante.
Robledo Ramírez comentó que de ese mercado fueron excluidos los pobladores del Dzilam de Bravo tras la pérdida de la infraestructura y de la cepa del alga seleccionada para el cultivo durante el paso del meteoro.
Pero, tras dos décadas de ese suceso el proyecto presenta nuevos bríos, y permitirá el desarrollo socioeconómico de la región, abundó el titular del Laboratorio Ficología Aplicada del Cinvestav Mérida.
Expresó que gracias al apoyo del Gobierno del Estado, el interés de una empresa internacional, de los pobladores y, sobre todo, de la constante investigación realizada en Cinvestav Mérida en torno al alga, se replanteó el esquema de cultivo de esta alga roja.
“En 1994, en el Laboratorio se comenzó a estudiar las algas de la Península de Yucatán, con el fin de identificar aquellas con un potencial económico. Se extrajeron compuestos, exploramos su rendimiento y calidad con la intención de seleccionar cepas óptimas que se pudieran emplear en el cultivo y aprovecharlas”, subrayó.
Pero, cuando se perdió el ejemplar de 2002, se volvieron a realizar los análisis y se efectuó una nueva prospección y ‘domesticación’ de la especie de alga seleccionada”, comentó el investigador.
Para “domesticar” esta alga roja los investigadores debieron identificar en qué condiciones aumenta la producción del compuesto y cómo se reproduce, a fin de entender qué factores ambientales, como temperatura, irradiación lumínica y concentración de nutrientes, inducen una mayor producción.
“Estas especies no producen semillas, ni tienen raíz o flores, entonces el concepto es algo más sencillo; toda la planta tiene el potencial de reproducirse tanto asexual (generando esporas o por fragmentación), como sexualmente (con gametos)”, añadió.
Por ende, al contemplar esos mecanismos, se seleccionan cepas estériles sin esporas ni gametos, sino que se reproducen vegetativamente por fragmentación sin invertir su energía en la reproducción sexual, de esa manera aseguramos que todos los recursos del organismo se enfoquen en producir biomasa, es decir obtener mayor carragenina.
Robledo Ramírez explicó que una vez recuperada la cepa, se presentó un proyecto al gobierno local, y tras el interés mostrado por el sector privado, en específico una empresa chilena que explota la carragenina, se decidió convocar a comunidades del estado para identificar posibles partícipes.