Con tecnología de punta y técnicas de geofísica, especialistas mexicanos explorarán el subsuelo de la Gran Plaza de Chichén Itzá, del 10 al 17 de este mes, con lo que se evitará perforaciones en la zona arqueológica, considerada como Patrimonio de la Humanidad.
Uno de los espacios más icónicos de la Zona Arqueológica de Chichén Itzá, es la Gran Plaza, centro de reunión desde el que se pueden contemplar los principales edificios de la antigua ciudad: El Castillo, el Juego de Pelota y el Templo de los Guerreros, entre otros. En tiempos prehispánicos, esta explanada fue el eje de la vida ritual y política de la urbe maya.
Dada su importancia histórica y cultural, la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través de un equipo de especialistas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en colaboración con el Instituto de Geofísica (Igef) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), durante siete días desarrollará un minucioso proyecto de prospección en el sitio.
Iniciados el 10 de mayo, los trabajos de investigación emplean dos equipos GPR o radar de penetración terrestre (por su traducción del inglés), para explorar la plaza, desde nivel de superficie y de manera no intrusiva.
De acuerdo con los coordinadores del proyecto, adscritos a la Dirección de Estudios Arqueológicos del INAH y al Posgrado de Arqueología de la ENAH, Denisse Argote Espino y Pedro López García, respectivamente, aunque la explanada no tiene una forma cuadrangular o rectangular precisa, se sabe que mide aproximadamente nueve mil metros cuadrados (m2).


Así, para facilitar los trabajos en campo, la plaza se ha dividido en ocho segmentos de tamaños distintos, siendo el más pequeño de 630 m2, y el mayor de 1925 m2.
“La capacidad de esta técnica para detectar lo que hay debajo de la superficie a distintas profundidades, la convierte en una herramienta indispensable para la investigación arqueológica, ya que se pueden planear estrategias futuras de excavación a partir de la información recuperada”, comentaron los arqueólogos.
Denisse Argote Espino detalló que los equipos GPR envían ondas electromagnéticas desde una o dos antenas, las cuales son remolcadas de manera estable y continua a lo largo de una línea.
Los pulsos electromagnéticos se envían hacia el subsuelo y sus reflexiones son obtenidas de las interfaces entre los estratos y objetos de propiedades eléctricas y magnéticas contrastantes, cuya profundidad puede ser estimada a partir del tiempo que tarda en regresar la onda y de la velocidad a la que esta viaja por el medio.
El proyecto usa dos equipos GPR, facilitados por el investigador del Igef, Gerardo Cifuentes Nava, con antenas de 270 megahercios que permitirán a las mediciones alcanzar hasta seis metros de profundidad.
Dado que se conoce que, en la época prehispánica, la Gran Plaza de Chichén Itzá sumó al menos 500 años de uso continuo, entre los periodos Clásico Tardío y el Posclásico Temprano (entre 650 y 1150 d.C.), la prospección optimizará las probabilidades para el registro de elementos de interés arqueológico, mismos que pueden incluir etapas constructivas de la propia plaza, o bien, muros de piedra, entierros humanos, cavidades, drenajes antiguos, caminos e incluso cauces de agua.


Tomando en cuenta que entre 2014 y 2015, la colaboración entre el INAH y la UNAM permitió la realización de estudios de tomografía de resistividad eléctrica en El Castillo, cuyos resultados probaron la existencia de una segunda subestructura y de un cenote ubicado debajo del monumento, las nuevas prospecciones en la plaza que rodea a la también conocida como Pirámide de Kukulcán podrían brindar nueva información sobre los flujos subterráneos que nutrirían de agua a la formación natural.
“Un flujo de agua tiene una conductividad mucho mayor que una estructura, que rocas consolidadas o el propio karst del suelo peninsular, por lo cual será claro si estamos frente a un flujo hídrico”, concluyeron los investigadores.

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