A consecuencia del Covid-19, el suicidio se convierte en un grave problema de salud mental, ante el notable incremento en la incidencia registrada en los últimos meses, afirmó la especialista del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (Issste), Nelly Patricia Morales Murguía.
Remarcó que esta tendencia no respeta edad, sexo, ni condición social, pues se trata de un problema de salud mental multifactorial, es decir, son diversos los motivos o variables por la cual una persona opta por quitarse la vida.
Tan sólo en 2021, en el Estado se registraron 246 suicidios, la cifra más alta registrada en la última década, subrayó la encargada en prevención y atención de la violencia familiar y de género en la Clínica-Hospital Mérida de APP del ISSSTE ubicada en Susulá de esta Ciudad.
La psicóloga dijo que es de suma importancia estar muy atentos a las señales que nos dan nuestros seres queridos ya que actualmente se están incrementando los casos de ansiedad y de depresión ambos casos representan un grave problema de salud mental que en muchos casos desencadena o se asocian con los intentos de suicidios.
“Debemos de tener especial cuidado con nuestra familia y en especial con los jóvenes ya que los suicidios o intentos de estos han aumentado significativamente en esta población, durante la pandemia del Covid-19, es algo que ya se veía venir como un efecto a largo plazo de la pandemia ya que por naturaleza el ser humano es sociable”, acotó.
Abundó que “por tal motivo, en esta etapa, a los adolescentes les afecta significativamente el proceso de aislamiento, el dejar de ver a sus amigos, la convivencia social, el dejar de acudir a la escuela de manera presencial, el realizar actividades extraescolares etc. Todos estos cambios los afectan emocionalmente”.
“En estos tiempos del Covid-19 hay un incremento en el número de suicidios, principalmente en personas jóvenes, generando una mortalidad ocasionada no de manera natural, y ocurre entre la población de 15 y 29 años de edad”, añadió.
Explicó que no es un acto irracional o instantáneo, generalmente conlleva un plan previo en el cual la persona valoró las opciones frente a su desesperación, por lo que las llamadas de auxilio o los signos de ideación de quitarse la vida o bien de intento suicida deben ser prontamente atendidos y no desvalorados, pues en estas señales se encuentra la posibilidad de actuar con eficacia en la prevención del problema.
Advirtió que los estigmas sociales o prejuicios solo aumentan las posibilidades de cometer el acto suicida, por lo que se debe de tener en cuenta que “no es un acto individual con consecuencias individuales, sino que repercute en los demás”.
Por ende, es un acto social que debe llevar a preguntarse como sociedad y familia ¿qué hicimos o no hicimos para que una persona se suicidara? ¿La escuchamos?, ¿la canalizamos como personal de salud a un especialista en salud mental? y como familiar ¿estuvimos atentos a los signos de alarma?