La tarde está por caer, el sol baña con sus últimos rayos a niños y jóvenes en San Pedro Chimay, comisaría de Mérida, quienes con sobrado entusiasmo se apoyan unos a otros para pintarse el rostro y ajustarse el vestuario, pues sostendrán un encuentro de juego de pelota maya, pok ta pok, con cuya práctica demuestran amor por sus raíces, a la vez de ejercitarse.
Algunos lucen un penacho de cuero con detalles en madera y plumas; pero todos están ataviados con pantalones cortos, fajas, con camisetas las mujeres y el torso descubierto los varones.
Inerte, espera la pelota hecha con resina del árbol de castilla, cuyo peso es de aproximadamente tres kilos.
Los jugadores ya están listos para lanzarla entre ellos con la cadera, como si fuera ping pong, pero evitarán a toda costa tocarla con los pies, manos, pecho o cabeza para no perder puntos y buscarán encestarla en un aro vertical.
El juego de pok ta pok, que debe su nombre a la onomatopeya del sonido del balón contra el suelo, es dirigido por el entrenador y presidente del primer club del ramo, constituido en San Pedro Chimay y denominado To´on u N´uktalo´on, que significa “Nosotros los grandes”, quien sostiene que además de fortalecer la identidad cultural de los jóvenes, este deporte infunde valores heredados de sus antepasados como disciplina y sana amistad.
Se lleva a cabo el enfrentamiento de los equipos. Están concentrados en lograr que la pelota atraviese la línea final del adversario para ganar cinco puntos, que serían restados a su contrincante.
Cuando la pelota rebota, los jugadores saltan para intentar desviarla y si va a ras del suelo, se arrastran de espaldas para continuar golpeándola, procurando no sentarse sobre ella porque serían amonestados con tres puntos menos que se sumarían al equipo contrario.
Si un equipo consigue que el balón atraviese el aro consigue la puntuación máxima de diez puntos.
De acuerdo con el Popol Vuh, libro sagrado maya, el pok ta pok surgió más como un ritual para distender conflictos, que con fines deportivos; sin embargo, este eficiente medio para resolver diferencias desapareció tras la llegada de los españoles.
Por ello, desde hace 15 años, el presidente de la Asociación de Juegos y Deportes Autóctonos y Tradicionales de Yucatán, José Manrique Esquivel, con 17 clubes afiliados, se ha dedicado a rescatarlo fomentando su práctica entre chicos y grandes.
El también presidente de la Asociación Centroamericana y del Caribe del Deporte Ancestral de la Pelota Maya, que aglutina a los países de Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Panamá y México, ve la llegada del Tren Maya como una oportunidad para darle mayor proyección a este deporte milenario, para que cada vez más visitantes conozcan y se enamoren de la riqueza cultural de Yucatán.
Tanto José Manrique como Andrés Chí Cob se ven satisfechos por su esfuerzo de mantener vivo este juego; sin embargo, reconocen que su rescate no ha sido fácil, pues al carecer de un campo especial, realizan las prácticas en canchas de basquetbol y aunque esto no disminuye su entusiasmo, esperan que se brinde más apoyo a este deporte autóctono con la construcción de un espacio que atienda los requerimientos específicos para este deporte.