- Lo ético, lo moral y las opiniones
Si tuviera que darle una característica a nuestra sociedad, en la actualidad, sería la sociedad de la opinión. Con los avances tecnológicos vienen nuevas oportunidades, como la libertad de expresión, la facilidad de encontrar información, etc. Pero también vienen consigo complejidades que tenemos que superar. Hoy toca hablar de las trabas que encontramos al momento de opinar.
Antes de empezar con lo que realmente me interesa, creo que es importante dejar en claro que toda opinión es subjetiva –y entendemos por subjetiva la forma personal de comprender los fenómenos, o el mundo que observamos. Esta siempre va a estar limitada a nuestras capacidades de percibir el mundo, y de entenderlo– . Pero ¿de dónde surge esta subjetividad? Simplificando lo que muchas personas han dicho, esta nace de nuestra capacidad de interiorizar la realidad que está afuera de nosotros, una realidad que es objetiva –que podríamos definir como, es como es-.
En medio de ambas ideas, de la subjetividad y la realidad objetiva, personalmente me siento más cercano al realismo, como postura filosófica, que propone un proceso epistemológico – línea de la filosofía que estudia los principios y fundamentos del conocimiento. Un vínculo entre verdad y creencia que crea conocimiento, o sea, objetividad y subjetividad, respectivamente- que propone que somos seres subjetivos, en un mundo objetivo. Eso quiere decir que a priori -en principio- nuestra capacidad de comprender el mundo –realidad- es limitada, ya que siendo imperfectos se nos haría casi imposible conocer la perfección, el todo, la verdad u objetividad.
-Antes de pasar a lo siguiente, retomemos un ejercicio de subjetividad facebooquera. ¿Recuerdan la imagen del vestido donde se alegaba que era dorado y blanco, y otros lo veían azul y negro? Bueno, fuera cual fuera la realidad, habían dos posturas. Esta manifestación de la subjetividad visual nos muestra que frente a un fenómeno, las percepciones humanas interpretan la realidad. En este caso solo había dos opciones, pero hay situaciones donde existen más de dos opciones. Al final, ¿El vestido es blanco o azul? No sé, y esta no es la cuestión. El caso es entender que este proceso de subjetividad se potencializa cuando conscientemente, e inconscientemente, nos encontramos en un lugar donde nuestros sentidos se encuentra activados. Eso significa que en todo momento estas recibiendo información, agregándole datos a nuestra construcción de la realidad, y a la subjetividad.-
Suena un poco catastrófico decir que no importa que tanto nos esforcemos en conocer la totalidad de la realidad, nunca lograremos llegar a esa objetividad absoluta. Sin embargo, fuera de lo complicado e imposible podemos encontrarle un lado optimista a la situación, ¿cómo es esto? El realismo nos permite construir conocimiento con la primicia de que quien genera este es un ser subjetivo, y que por lo tanto puede estar incompleto o hasta errado. Nos da la oportunidad de continuar construyendo sin el presupuesto de la realidad que construimos es inalterable. Eso significa, que las leyes que nos norman y regulan, las ideas opresivas y toxicas, son solo parte de la construcción subjetiva de un grupo, y no necesariamente son la verdad.
Teniendo en cuenta lo anterior, la moral se encuentra en el mismo espectro de subjetividad. La moralidad es esa construcción de valores, costumbres, creencias, que designa a las cosas si está bien o mal. La moralidad se activa cuando nos enfrentamos a situaciones que confrontan nuestra concepción de bueno o malo, diferente a la ética, la cual surge en el proceso crítico y analítico de la situación de confrontamiento. Por lo tanto, la diferencia entre ética y moral es la rigidez, la moral impone lo bueno y lo malo, la ética analiza las posturas morales y determina la mejor opción fuera de las categorías de bueno o malo.
Ahora, en la actualidad venimos arrastrando la idea de que la moral es una construcción divina. Que la ley de Dios determina que es lo bueno y que es lo malo, y basándonos en esa ley debemos optar por la mejor opción. Esto no es del todo cierto, aun si creyéramos en la biblia, las interpretaciones bíblicas han ido transformándose a través de los años, basándose en los contextos históricos y sociales de las diferentes etapas de la sociedad. Por ejemplo: Antes el voto de la mujer era inaceptable, teniendo su origen en la biblia y la interpretación de varios versículos: 1 Pedro 3:1 – 3:2, 1 Corintios 14:34, Efesios 5:22, Colosenses 3:18, etc. Viviendo la mujer bajo el yugo de su marido. Hoy esa primicia es inaceptable, aunque aún existen niveles de opresión hacia la mujer interiorizados y normalizados, con justificaciones morales y “divinas”, el voto femenino hoy es un hecho.
Esta idea de la divinidad moral ha ido transformándose llegando a lo que conocemos como “sentido común”. El sentido común es eso que pensamos debe de saber la gente por simple deducción, por ejemplo: Matar es malo. Todos estamos de acuerdo que la muerte es el acto más penado de todos, ya que arrebatarle la vida a una persona es inaudito. Esto es debido a que vivimos en un contexto de relativa paz. En países donde la guerra es de todos los días, la muerte se convierte en una realidad. Ver morir a tu familia o arrebatarle la vida a una persona es de lo más “común”. Para ese tipo de personas el sentido común resulta ser matar antes de que te maten o maten a tu familia.
Sé que estos ejemplos pueden sonar muy exagerados, y decir suponer que salen de nuestra realidad, pero hay cosas, más sutiles, que día a día nos topamos y no nos damos cuenta del ejercicio moral que desempeñamos. He visto en redes sociales que muchas veces las personas, y me incluyo, hacen juicios morales de situaciones ajenas, plasmándoles un juicio moral a situaciones que por su naturaleza están ajenas a ellos. Un gran ejemplo es la música que se escucha, solemos categorizar ciertos géneros en bueno y malo. El rock es bueno, el reguetón es malo. O las vestimentas. Que la mujer salga bien tapada a la calle es bueno, porque no ínsita al pecado, pero que la mujer salga descubierta es malo, porque habla de su falta de valores y educación recibida en casa.
Es aquí donde regresamos a las opiniones y su subjetividad. Muchas veces opinamos sobre cosas teniendo la seguridad de que lo que nuestro pensamiento es lo correcto, por lo que universalizamos nuestros juicios. Tendemos a afirmar que muchas de las cosas que creemos son “sentido común”, cuando en realidad solo son situaciones cotidianas que hemos normalizado –Hay que entender que lo cotidiano no es lo mismo a lo correcto-. Nuestras opiniones están cargadas de moralidad. Esto se potencializa cunado usamos adjetivos categóricos o peyorativos para referirnos a situaciones, personas o decisiones; esa persona está loca, vestirse así hace ver que no te educaron bien en casa, eres lo peor en el mundo, etc.
Nuestras opiniones salen con juicios morales con rubros subjetivos, los cuales universalizamos y terminamos enfrascando en la opción de “sentido común”. Y es que como dije a un inicio, las redes sociales han potencializado este ejercicio moralista, debido a que nos encontramos en un mundo cibernético donde encontramos al menos una persona que comparta nuestras ideas y valide nuestra opinión, por más peligrosa que esta pueda ser.
Es importante tener en cuenta las dificultades que tenemos hoy en día frente la multitud de voces y la complejidad de discernir entre las voces dañinas y las que no lo son. Por lo pronto, y por la extensión de esta edición me despido recomendándoles ver la película: Capitán fantástico, ya partiré de ella para hablar la siguiente semana de las opiniones y la política.
Un saludo y nos seguimos leyendo.