- En Francia abren bares, restaurantes y cafeterías
PARÍS, Francia.- La ciudadanía europea se rebela a seguir sufriendo la privación de su libertad por razones sanitarias. Hoy correspondió a Francia para desafiar al gobierno y abrir bares, restaurantes y cafeterías, cerrados desde el 30 de octubre.
El Gobierno del presidente Emmanuel Macron cerró restaurantes y bares el 30 de octubre para contener una epidemia de COVID-19 que ha contribuido a más de 76.000 muertes, pero cansados del confinamiento y la crisis económica los dueños de estos negocios decidieron abrir sus puertas.
Este es solo un ejemplo del movimiento de protesta que se generó en las redes sociales y que fue acompañado de otra afirmación respaldada por miles de seguidores: «Yo no me confinaré».
La rebelión se da en toda Europa. El 25 de enero pasado, en los Países Bajos, considerado siempre como un modelo, bicicletas incendiadas, gases lacrimógenos y coches calcinados fue el saldo de los enfrentamientos entre los manifestantes contra el confinamiento y la policía neerlandesa, que se saldó con cientos de detenidos.
Los sucesos de Holanda sorprendieron a todos los gobiernos europeos ya que nadie imaginaba que, en ese país, siempre considerado un modelo, se vieran imágenes que normalmente son una exclusiva francesa.
Manifestaciones de protesta similares se han vivido en las últimas semanas en Alemania, Italia o España.
El hartazgo y la desesperación de muchos europeos se ha multiplicado con la tomadura de pelo sufrida por la Unión Europea (UE) a manos del laboratorio anglo-sueco, AstraZeneca. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, había anunciado orgullosa la compra de 400 millones de dosis por la suma de 336 millones de euros. La empresa, que ha encajado ya la suma total, anunció recientemente que no podrá entregar más que 31 millones hasta marzo, de los 80 millones de dosis prometidas. Bruselas sospecha que AstraZeneca prefirió vender parte de lo acordado al Reino Unido, aumentando el precio, eso sí.
No se puede acusar a ningún gobernante de no intentar frenar la crisis en sus respectivos países, pero lo que muchos ciudadanos no soportan son los errores y las mentiras de unos políticos que, salvo excepciones, parece más interesados en las consecuencias electorales de su acción, que de la gestión sanitaria del problema.
Los gobiernos europeos, campeones mundiales en lecciones de moralidad política, soportan difícilmente los reproches a su gestión sanitaria y a los científicos disidentes de la línea oficial. Acusan a sus críticos de hacer el juego al populismo y a las democracias “iliberales”, cuando en realidad están ofreciendo el mismo modelo de comportamiento que los que califican de autócratas.